vehículo retro-futurista
ROBOTS DE CINE
Alfonso Caro Publicado e
Es verdad que el cinematógrafo es un invento de los hermanos Lumière, pero también es verdad que Georges Meliès (pintor, caricaturista, ilusionista, escritor, director de teatro…) puede ser considerado el padre del cine en su vertiente de espectáculo. El parisino siempre demostró una especial atención hacia los elementos móviles y las técnicas ilusionistas de maestros como John Nevil Maskeline y George Alfred Cooke (suya es la primera película de ciencia ficción y para muchos el primer efecto especial), y cuando en 1895 asistió a una demostración de Auguste Lumière se quedó prendado de lo que allí vio. Con más de 500 películas a sus espaldas, Meliès fue determinante en el desarrollo y popularización del cine como espectáculo de masas, y siempre empapó sus obras de la magia e ilusión propias de una tradición circense heredada que rebosaba un marcado espíritu circense, de ilusión y de “engaño”.
Por eso resulta muy llamativo (y por supuesto gratificante) que este título editado por Diábolo Edicionesdedique sus tres primeros capítulos a los autómatas, que desde el siglo XXVIII comenzaron a llamar la atención con los elaborados mecanismos que empleaban para reproducir movimientos en muchos casos bastante básicos. Y resulta muy llamativo porque el cine comparte una naturaleza primigenia muy parecida con la figura universal del robot, estableciéndose en las primeras páginas del libro una evocación casi en paralelo a los orígenes del cine tan acertada como disfrutable.
Quizá este parentesco sea el responsable de la extensa galería de robots que podemos encontrarnos a lo largo de la historia del cine, o quizá estos hayan colonizado las pantallas porque en el fondo responden a la necesidad vital del ser humano por crear, y en últimos estadios por replicarse a si mismo. Todo lo que venga después, leyes robóticas incluidas, son producto de esta necesidad o necesarias defensas ante todos los posibles escenarios que podrían sucederse si nuestro aventura como creadores finalmente terminase alcanzando cotas que aun hoy están todavía reservadas a la ciencia ficción.